DE LO MONSTRUOSO

El quimérico Frankenstein es paradigma de lo monstruoso, no solo desde el punto de vista de la armonía de sus miembros, que lo hace bascular de manera torpe y aberrante, sino la de una criatura fabricada por quien usurpa el puesto del Creador usando restos escombrados. No en vano, la novela de Mary Shelley lleva por subtítulo «el moderno Prometeo», pues el engendro resultante ha sido hecho, fabricado, producido como efecto del ingenio del hombre, de su ciencia y de su técnica pervertidas por su afán prometeico de hacerse a sí mismo.

UN MUNDO IMPERFECTO

Me parece que hay que desechar esa enfermedad del alma que consiste en ser incapaz de ver lo bueno que hay en los demás: es desagradecimiento vital. En el fondo indica que soy yo el que he de cambiar. Las distorsiones encapotan y nos incapacitan para ver la bondad. Que estemos en un mundo imperfecto es desde luego un acicate, ya que nos espolea a mejorar, a pelear, a luchar, en el sentido clásico y bíblico de la expresión: esto es lo que nos hace mejores. Y conviene que las cosas sean así.

A CAPÓN

Las prisas, que son malas consejeras, y las ideologías que son peor todavía, van camino de endilgarnos una ley trans que es un desatino. Cuando no se tiene claro que ser hombre o mujer es una realidad biológica, sino que se considera un mero rol que se puede cambiar a gusto, empezamos como con las vacas locas: que en lugar de darle pastos herbáceos le dábamos a comer harinas procesadas de carne y pescado: un jaleo; y las pobres se volvían locas. Nos costó darnos cuenta, pero se ha rectificado. Y ya parece que están cuerdas

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