FÉLIX Y MARIÁNGELES*
Ella le presta la firmeza y la dulzura. Y él la mira con ojos de enamorado, con esa mirada que solo en los niños he sido capaz de captar
Ella le presta la firmeza y la dulzura. Y él la mira con ojos de enamorado, con esa mirada que solo en los niños he sido capaz de captar
Me parece que hay que desechar esa enfermedad del alma que consiste en ser incapaz de ver lo bueno que hay en los demás: es desagradecimiento vital. En el fondo indica que soy yo el que he de cambiar. Las distorsiones encapotan y nos incapacitan para ver la bondad. Que estemos en un mundo imperfecto es desde luego un acicate, ya que nos espolea a mejorar, a pelear, a luchar, en el sentido clásico y bíblico de la expresión: esto es lo que nos hace mejores. Y conviene que las cosas sean así.
Ya no sabemos muy bien si hablamos de entomología, dipterología, sexualidad o antropología, o lenguaje de la calle. En fin, es tal el desbarajuste mental que todo esto produce que no me extraña nada que además de hacernos un lío con la biología nos enredemos con la gramática.
Las prisas, que son malas consejeras, y las ideologías que son peor todavía, van camino de endilgarnos una ley trans que es un desatino. Cuando no se tiene claro que ser hombre o mujer es una realidad biológica, sino que se considera un mero rol que se puede cambiar a gusto, empezamos como con las vacas locas: que en lugar de darle pastos herbáceos le dábamos a comer harinas procesadas de carne y pescado: un jaleo; y las pobres se volvían locas. Nos costó darnos cuenta, pero se ha rectificado. Y ya parece que están cuerdas
El hombre que sale al mundo sale de la intimidad, pero a su vez la conserva en su interior: su intimidad es plena y se constituye en fuente inagotable de su riqueza espiritual cuando se proyecta en el compromiso social
Los seres vivos e históricos como nosotros debemos preservar la identidad, a pesar de los cambios que, a lo largo de la vida, vamos experimentando. Hemos de saber y caracterizar lo que nos define, conservando nuestra identidad.
Ahora somos conscientes de que la Naturaleza que nos abraza no puede, por sí sola, salir adelante, si no ponemos inteligencia y ternura. Se nos ha confiado
Hay que volver a lo que se denomina filosofía del cuidado, que es interés desinteresado por los demás. Hay que aprender a donar, pero también a aceptar
Hay sombras; pero, en medio de ese cuadro de contrastes, surge una chispa: no todo está encapotado. Hay signos, intuiciones, ejemplos, actitudes y personas que nos hablan de que más allá de la duda hay Alguien que nos espera y que dará cuenta cabal de todo aquello que ahora nos turba o inquieta
Lo luminoso desecha las tinieblas. Para ver hemos de tener luz: de noche todos los gatos son pardos, dice el refrán. De modo que lo primero es intentar que en nuestra mente se haga la claridad: al pan, pan; al vino, vino. Si no, la confusión está servida.