COMO UNA ANCHOA
Hay que volver a lo que se denomina filosofía del cuidado, que es interés desinteresado por los demás. Hay que aprender a donar, pero también a aceptar
Hay que volver a lo que se denomina filosofía del cuidado, que es interés desinteresado por los demás. Hay que aprender a donar, pero también a aceptar
Hay sombras; pero, en medio de ese cuadro de contrastes, surge una chispa: no todo está encapotado. Hay signos, intuiciones, ejemplos, actitudes y personas que nos hablan de que más allá de la duda hay Alguien que nos espera y que dará cuenta cabal de todo aquello que ahora nos turba o inquieta
Lo luminoso desecha las tinieblas. Para ver hemos de tener luz: de noche todos los gatos son pardos, dice el refrán. De modo que lo primero es intentar que en nuestra mente se haga la claridad: al pan, pan; al vino, vino. Si no, la confusión está servida.
Cuando se habla con el alma no ha lugar para el engaño, el engatusamiento, el flirteo. En la soledad acompañada del corazón no cabe la impostura ni la mentira.
l orden supone un final, pero no un final cualquiera, por consunción, sino un final que es a su vez finalización. El orden también supone no solo finalización, sino también finalidad. Finalidad es saber por qué hago las cosas. Dirigirme. Poseerme.
Sin embargo, parece que parlotear ahora, en los tiempos que corren, de salvación no es políticamente correcto, porque pensamos que no necesitamos de salvador alguno. Quizá porque nos sentimos lo suficientemente adultos para que no nos vengan con monsergas. Craso error. Porque todos estamos necesitados de la ayuda, del cariño, del estímulo de los demás. Nadie es un verso suelto.
las convicciones que antaño abrigamos, y que nos mantenían tensos, hoy se han disipado y ya no son suficientemente sólidas para mantener una actitud digna ante el misterio de la vida, que hoy está agostada
La medida de la alegría no estaría tanto en la acumulación de bienes como en el cuidado de los vínculos personales
Así pues, la contribución de los ciudadanos a la paz consiste en saber convivir con los otros, con los divergentes, con los que piensan de otra manera. En cristiano, es el amor a los demás, la comprensión y la transigencia, la empatía con quien consideramos que está errado
Precisamente por este motivo, frente a la ilógica de la fuerza se ha de contraponer no otra fuerza mayor, sino una fuerza superior. Aunque parezca clamar en el desierto, la voz del Papa Francisco es contundente: «Dios es solo el Dios de la paz, no es el Dios de la guerra, y los que apoyan la violencia profanan su nombre».