EXPERIENCIAS RELIGIOSAS
Como indicara C.S Lewis “los cristianos que más hicieron por el mundo actual son los que pensaron en el otro mundo”. Paradójico.
Como indicara C.S Lewis “los cristianos que más hicieron por el mundo actual son los que pensaron en el otro mundo”. Paradójico.
La fe nos da el consuelo de saber que la vida no se acaba, sino que se transforma; y que al deshacerse la casa terrenal, se nos prepara en el Cielo una morada eterna.
Paradójicamente, después de haber ridiculizado, en ciertos ambientes, estas prácticas multiseculares por antiguallas, resulta que ahora son modernísimas. Para un vegetariano, por ejemplo, que ni siquiera prueba la carne, resulta ridículo que solo se aconseje no comerla ¡ocho días al año! O, para una persona que hace ayuno intermitente, se le indique que basta con hacerlo ¡dos días al año!
Hay que transitar del modelo actual en el que la mayor parte de la energía la obtenemos del carbón, petróleo y gas natural, a otro modelo descarbonizado. Y esto, no se hace deprisa y corriendo, por mucho que se quiera
Ciertamente hemos de reflexionar sobre esos tres aspectos que tiene nuestra andanza por esta vida. No son sinónimos ni tampoco diacrónicos: pueden muy bien meditarse a la par y sincrónicamente: la ciencia, la filosofía y la teología.
A mi entender, la violencia radica en la reivindicación del materialismo, por el que hemos de buscar en este mundo el paraíso. Es una pretensión vana, pues aboca a una humanidad sin esperanza. Históricamente esta pretensión ha sido irrisoria, una burla en toda regla, un engaño monstruoso. No es muy difícil comprender que si todo nuestro anhelo y nuestra esperanza están en este mundo, tal y como acontece y conocemos, la verdad, estamos aviados
El hecho, en sí mismo considerado, es, como decía, prodigioso: el Dios que no se conforma con ver los toros desde la barrera –permítaseme este símil taurino-, sino que se abaja a la arena y se arriesga, desde la condición humana, a ser uno de nosotros, con todo lo que ello comporta de limitación, vulnerabilidad y mortalidad. Se pone a nuestro nivel, como un padre en cuclillas se abaja hasta su hijo, mirándole a los ojos, para darle confianza, paz, sosiego, después de un tropezón.
El rudo, de manera tosca, sin distinguir, se atreve a exponer sus rudimentos como si fuera un edificio sólido
El momento más eficaz es el de mayor inmovilidad e impotencia. Es la libertad soberana de Dios, de la que de alguna manera el ser humano se puede apropiar. Comentando lo dicho anteriormente, san Agustín afirma que nosotros morimos por necesidad de naturaleza; pero Jesús lo hace voluntariamente
Por eso, si cancelamos de nuestra vida la apertura al más allá, y solo nos quedamos con el más acá, toda nuestra aspiración se reduce a que esta vida perdure lo máximo posible y con la mayor abundancia de bienes que podamos acarrear