LAS PLANTAS: SERES VIVOS
Una ciudad bonita, y Valencia lo es, hay que cuidarla, porque supone una inversión que revierte en todos: los que la habitamos y los que la visitan
Una ciudad bonita, y Valencia lo es, hay que cuidarla, porque supone una inversión que revierte en todos: los que la habitamos y los que la visitan
No vamos a ser tan ilusos como para pensar en la abolición; pero sí lo suficientemente realistas como para hacer que los daños sean limitados; y no dejar que haya hipermegaincendios que arrasen con todo lo que encuentran por delante. No es mucho lo que hay que gastar, pero sí lo necesario para que nuestro medioambiente no se vaya deteriorando a marchas forzadas.
He estado paseando varias semanas por los alrededores de la ciudad; y la verdad, me apena: aumenta la «despoblación» de cultivos: la huerta es, en muchos casos, una «huerta vaciada» invadida por la maleza y el abandono. Mal arreglo tiene el tema, si no hay una voluntad política decidida y constante y no mero efectismo.
Nuestra civilización está basada en el uso intensivo de la energía. Eso requiere de otras perspectivas y replantearse el modo de obtención de una energía barata y asequible.
La ecología (‘oikos’ y ‘logos’: razón de la casa) y la economía (‘oikos’ y ‘nomos’: ley de la casa) son dos caras de una misma moneda. Se podrían definir como la ordenación de los medios a los fines de la persona, a fin de tener una vida lograda, una vida buena.
Es nuestro estilo de vida el causante del desequilibrio. No se trata de que volvamos a una “agricultura ecológica”, azadón en mano. No podemos prescindir de las máquinas, de los abonos, del comercio, del transporte, de los ordenadores…, pero si del modo de usar: en una sociedad del conocimiento y del talento se ha pedir responsabilidad ambiental