Publicado en Levante, 26 de octubre de 2022
Pedro López
He de indicar a los que me refieren su deseo de aficionarse a cultivar macetas, jardineras, etc., que las plantas son seres vivos. Con esta obviedad, les inculco que necesitan atenciones, que hay que estar pendientes: que dispongan de un suelo adecuado, de acuerdo a los requerimientos edáficos, una irrigación conveniente al tipo y especie de vegetal de que se trate y, desde luego, a las posibles plagas, especialmente cuando hace calor. ¡Las plantas no son de plástico! Y es que ya no estamos acostumbrados a vivir en el campo: hemos perdido el contacto con la naturaleza. Las plantas han de ser cuidadas, del mismo modo que todos los seres vivos, para no fenecer. Esto, que es elemental, no siempre está claro y, por ejemplo, cuando regresan de unas vacaciones, se encuentran con que los plantones están manifiestamente chuchurridos, si es que no han sucumbido a los rigores del estío. Además, hay que saber abonar: lo normal es que el aficionado, no entendido en estos menesteres, eche abono a puñados, pensando que así crecerán más rápido, y lo que hacen es intoxicarlas por exceso. En relación a los jardines urbanos, parques, parterres, alamedas, medianeras, bulevares, paseos, etc., las plantas han de ser cuidadas, lo que comporta, entre otras cosas, la poda y limpieza (que se echa en falta). Es verdad, que muchas especies son duras y resistentes; y se han seleccionado bastante bien para el ambiente en el que están, pero se necesitan jardineros que, por su arte, cuiden y hagan paseos lindos. Este verano, por el calor (y la falta de cuidado), hubo algunos desprendimientos y caídas de árboles que causaron heridas a viandantes. En la ciudad, cada día tres árboles sucumben (caen o son abatidos) según se anunciaba el pasado 2 de octubre en Levante-EMV, y aparte de que no produzcan daños personales, hay también una cuestión paisajística que conviene tener en cuenta. Por otro lado, los árboles, como todos los seres vivos, nacen, crecen, se reproducen y mueren. Aunque sean monumentales y centenarios, tienen fecha de caducidad; y hay que estar al tanto de talarlos para que no supongan una amenaza a los circundantes. Estas tareas requieren maquinaria y automatización, pero también una mayor mano de obra, para que la ciudad esté aseada, limpia, dé gusto pasear, lo que suele, por otra parte, ser habitual, aunque no siempre. Hay otro aspecto a tener en cuenta: a veces se plantan árboles que, al poco, mueren. Da pena ver alcorques vacíos o bien (y es frecuente) con árboles que se han secado…, lo que conviene reponer para que no suponga una disrupción estética. También hay que considerar que el arbolado tiene una función diversa en cada estación. En verano, han de dar protección solar. La sombra de un árbol puede bajar la temperatura hasta 10 grados; y en invierno, conviene que no tapen el sol. Esto supone plantar árboles de hoja caduca… lo que representa una gran cantidad de material orgánico que hay que recoger (y circular). Una ciudad bonita, y Valencia lo es, hay que cuidarla, porque supone una inversión que revierte en todos: los que la habitamos y los que la visitan.