HUERTOS URBANOS

Publicado en Levante, 16 de febrero de 2022

Pedro López

La idea originariamente era atractiva y encantadora, al hilo de los nuevos vientos ecológicos: rodear nuestra ciudad de un cordón verde y no de nuevas construcciones.

Ocurre, sin embargo, que una cosa es lo que se despacha en los despachos y otra, muy diferente, lo que ocurre en realidad. Mi amigo posee unas pocas hanegadas de huerta regada por la acequia de Mislata que ha parcelado –un trozo- y alquila como huertos a particulares, con una superficie de unos 100 metros cuadrados cada una. El primer mes, el urbanita ilusionado con su parcela, compra los cachivaches necesarios para la labranza, los abonos y demás artilugios: ¡por fin va a hacer realidad su sueño de convertirse en un ser ecológico, que defiende no solo una tradición que se está perdiendo, sino también un modo de estar pegado al terruño y a la naturaleza! Se pone al tajo; pero, conforme perdura la tarea, las cosas no son tan bucólicas como inicialmente apreció, y la ilusión va menguando. Lo que al principio se veía como una tarea idílica se transforma en un trabajar fatigoso para obtener un magro resultado. Y como no es una cuestión vital, sino una afición, es preferible el lúdico gimnasio de al lado de casa. Además, no tiene que acudir a horas intempestivas porque le toca regar.

Mi amigo me cuenta que, al cabo de varios meses, el 90% ha abandonado su parcela. Está mejor en su casa, más tranquilo y calentito o fresquito según la época del año. Comprueba que las hortalizas propias salen incluso más caras, y quizá de peor calidad, que las que puede encontrar en el supermercado. Y al echar cuentas, le pasa como ahora a los naranjeros: que la producción cuesta más que lo que obtienen por ella. Porque, entre otras cosas, llevado de su impericia abona en demasía, desconoce el tipo de plagas que pueden afectar al cultivo en cuestión, etc. Y además, como es ecológico, por supuesto, no utiliza pesticidas. Total que no le trae a cuenta. Y tampoco es tan divertido como lo pintaban en un programa que vio, y que le animó, sobre los huertos urbanos ecológicos.

Con todo, lo que sí parece que está funcionando son los huertos comandados por los ayuntamientos y asociaciones ecológicas…, incluso tienen lista de espera: pero solo usan 10 ó 15.000 metros cuadrados… y con eso no se hace un cinturón verde, sino un retal o un cachito cuasi ridículo.

He estado paseando varias semanas por los alrededores de la ciudad; y la verdad, me apena: aumenta la «despoblación» de cultivos: la huerta es, en muchos casos, una «huerta vaciada» invadida por la maleza y el abandono. Mal arreglo tiene el tema, si no hay una voluntad política decidida y constante y no mero efectismo.

Como todo en la vida, es necesario ser constante para que las cosas puedan llegar a sazón y recoger los frutos del esfuerzo. En la sociedad de hoy, de la instantaneidad, del click, me gusta, lo quiero ya, y las próximas elecciones…, saber esperar en la fatiga es una muestra ancestral de sabiduría.

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