HOMBRES Y MUJERES

Hombres y mujeres

Pedro López | Grupo De Estudios De Actualidad 

Publicado en Levante, 18 de junio de 2020

La chiquilla tenía la mosca detrás de la oreja; y se preguntaba por qué era mujer y no varón; y por qué yo soy chico y no chica. Una pequeña crisis de identidad (¿sobrevenida por la ideología de género?). Me puse a su altura y traté de explicarle lo que es el factum, lo dado; la phisis, la naturaleza: no lo elegimos. Vivimos en un mundo y en un universo que ninguno de nosotros ha configurado. Dicho de modo vulgar: hay lo que hay. A su nivel, es la misma pregunta que se hacía Heidegger de por qué hay algo en lugar de nada.

En el tratado sobre el amor, el banquete, Platón hace una pregunta similar. Aristófanes aduce entonces el mito de la mitad (conocido popularmente como de la media naranja). Al principio, los seres humanos eran «completos»: tenían cuatro piernas y cuatro brazos y dos rostros, uno femenino y otro masculino (no siempre era así, pero lo dejo estar): veían por delante y por detrás. Pero se rebelaron contra los dioses a los que intentaron usurpar el Olimpo. Zeus, para atajar la sedición de un tajo, los cortó por la mitad. Desde entonces, cada mitad busca a la otra mitad. Y así los humanos, entretenidos con esa permanente búsqueda, ya no tendrían en el futuro la pretensión de usurpar el reino de los dioses.

La Biblia no los cuenta de otra manera. Hay, como se sabe, dos relatos. Adán se encontraba solo, pues a pesar de poner nombre a todos los animales, no encontraba entre ellos a un igual. Y estaba mustio. Yahvé dijo que no era bueno que el hombre estuviera solo. Le hizo caer en una profunda somnolencia y le quitó una costilla de la que formó la mujer. Al despertar y verla, exclama: ¡esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne!. La otra versión, más escueta, simplemente afirma que Dios creó al ser humano a imagen y semejanza de Dios: hombre y mujer los creó. Ambas son insuperables.

No hace mucho, una bióloga estudiosa de la Biología Evolutiva, hacía retóricamente una pregunta semejante; aunque en este caso, se cuestionaba por qué existe el varón. Puesto que la mujer es la reproductora que concibe en su seno, pare a la criatura, lo amamanta, etc. ¿Por qué tiene que existir el varón que, a nivel reproductivo, apenas contribuye y sin embargo supone un gasto energético considerable (el doble)?: la naturaleza suele ahorrar esfuerzos. De manera irónica, se preguntaba si el varón no sería un exceso sobrante de la naturaleza: la mujer, con que llevara un saco espermático seminal, sería autosuficiente. Más o menos, lo que ahora se hace en algunas clínicas de fecundación artificial.

Llegados a este punto, conviene citar a Horacio, un poeta latino, que afirmaba que «naturam expelles furca, tamen usque recurret» (la naturaleza expulsada a la fuerza, siempre regresa). Con esto quería expresar que la naturaleza siempre vuelve por sus senderos, por más que el hombre trate de hacerla desaparecer: en un campo de cultivo abandonado, enseguida se llena de maleza. Indica, de modo poético, lo afirmado anteriormente: en la naturaleza no sobra ni falta, pero al ser humano no le caen las alubias del tejado ni le llueve el manduque. Si es un factum, lo encontrado, no hay que darle más vueltas. Somos nosotros los que aprendemos de la naturaleza, no ella de nosotros.

 

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