¿CAPITALISMO SALVAJE?

Publicado en Las Provincias, 28 de marzo de 2023

Salvador Peiró i Gregòri. Grupo de Estudios de Actualidad

 

Cercanos ya tiempos electorales, algunos emplean las palabras con un sentido diferente al uso común, pero también tratan de usar palabras como si estuviésemos en otra época. Uno de los vocablos que he visto repetir es “capitalismo salvaje”.

Tal concepto se empleó hace unos 60 años para condenar las prácticas de trato inhumano en ciertas empresas. Imaginemos a niños de 6 ó 7 años, esposas en avanzado estado de gestación, ventilación y luz insuficientes en los talleres, contaminación, sin pautarse la cadena temporal de actividades, etc. Eso sí era susceptible de descalificación con el adjetivo “salvaje”, aunque sería mejor englobarlo como inhumano, porque desconsideraba la dignidad de los trabajadores.

¿La dignidad de las personas es conculcada en el actual mundo laboral? En una primera aproximación habría que responderse mirando nuestras industrias, talleres, empresas, etc., para decir que no. Pero si oteamos allende nuestras circunstancias, se desacreditan las maneras de los operarios en ciertas repúblicas totalitarias que en bastantes aspectos se parecen a esas prácticas “salvajes”/inhumanas del siglo XIX, arriba referidas.

¿Condenar el capitalismo ‘porque sí’? Tal actitud viene de una falta de experiencia en la vida real, emparejada a sólo usar como discurso propio lo que se lee en ciertos libros deconstruccionistas (¿se habrán leído verdaderamente a Marx?). Parecen nuevos Quijotes que, a veces y sólo si conviniese, convencen a Sancho “Panza”.

Pero, la realidad es que capitalismo es cuando la mayoría de los medios de producción (tierra, instalaciones y dinero) es de propiedad privada, con la menor intervención del estado, para según leyes del mercado, asignar recursos según funciones: ser rentables y resolver qué, cómo y para quién (Samuelson, Nordhaus). Pensando sobre la posesión y procesos de actuación, cabría plantear también un capitalismo estatista, pues actualmente buena parte del capital lo gestionan los ministerios y órganos análogos.

Para el primer grupo, que descansa en la propiedad y gestión privada, el ahorro es clave para prevenir futuribles y efectuar el propio consumo. Dentro de esto tendremos la inversión, no sólo en acciones sino también en servicios. Pero, para meter dinero en algo uno antes debe formarse, por lo que calcularía el beneficio, tanto en las posibles capacitaciones a conseguir como respecto a los intereses del dinero que se arriesga. Si esto se rechaza, se repudia, congruentemente, la fiscalidad del estado, la financiación de la escuela y la salud, etc., pues todo se rige por el mismo modelo. Es decir, si se combate el capitalismo, se combate el privado y el estatal, por lo que quedaría el intercambio. Pero, ¿no es esto otra manera de ser capitalista?

Cualquiera de los “tres” capitalismo podrían ser humanos o antihumanos, depende de la manera de considerar a los hombres –varones y mujeres– en su dignidad. Pero, definir este aspecto intrínseco a la persona para aplicarlo a la educación, medicina, mercado, etc. nos lleva a tener que distinguir, al menos, las tres dimensiones de cada sujeto. La antropología nos enseña que lo más observable es el cuerpo, en un segundo acercamiento captamos su subjetividad (carácter) y luego apreciamos su espíritu.

Aplicando lo dicho, la empresa y el estado, o cualquier “capitalista” como éstos dos, podría ser antihumano (o salvaje, como les gusta decir a algunos). Esto podría, o sucede, de tres modos, a saber: 1) Si dañare lo biológico, por ejemplo, hacer trabajar de sol a sol y contra la voluntad del operario, durmiendo en la fábrica y recibiendo pan y agua, recibir un jornal insuficiente para alimentar a la familia… 2) También se catalogaría dentro del tipo inhumano si se fuerza a uno a trabajar exigiendo acciones que es incapaz de entender (colocar a un incompetente que se daña a sí y a la sociedad de sus errores), efectuar acoso laboral (mobbing), obligar a laborar contra su voluntad (esclavitud, prostituciones…), manipular la formación o la clasificación de puestos mediante el manejo de las emociones, etc. 3) También hemos de considerar la inhumanidad laboral en casos de adoctrinamiento ideológico, impedir prácticas religiosas de algunos trabajadores, menospreciar y discriminar por etnia, creencia, cualificación, etc., todos matan el espíritu (νοῦς).

De lo anterior, que es un esquema, podríamos decir que no deberíamos confundirnos y mostrar sin querer (o con intencionalidad, que es peor) confusión y manipular a la gente. Esto ya lo aplicaron los totalitarismos del siglo XX, y los de hogaño. Tal vez se hagan estas predicandas para conseguir ciertas metas a corto plazo (elecciones, desviar la atención de una mala noticia, etc.), pero el daño es enorme. Recordemos el estado de grandes masas de población “instruidas” y “deformadas” por la propaganda y la persuasión politicista, que mostraron incapacidad de juicio crítico e incapacidad de iniciativa. El atraso no fue (y en algunos sitios aún es) sólo económico, también cultural, moral y personal (cerrazón, in-apertura).

Ya Julián Marías decía que la realidad es como un círculo, a medida que crece el contorno (el estado) se cierra lo comestible (la sociedad), y al final la cosa pública queda anquilosada.

Por consiguiente, a quienes manejan el lenguaje les sugiero que hablen para el hombre de hoy futurizando, que salgan del siglo XIX. Esta realidad, esta nostalgia nos llevó (¿nos está llevando?) a guerras tremendas, es decir: atraso, hambre, miseria, analfabetismo… deshumanización. “Vade retro”!

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