Pedro López. Grupo de Estudios de Actualidad
Publicado en Levante, 27 de septiembre de 2023
Los objetivos del milenio –que se pergeñaron en la ONU en el año 2000 y que duraban hasta 2015- fueron un logro: se llegó a completar el 75% de lo previsto para 2015.
En ese mismo año de 2015, y visto el éxito, se hizo la Agenda 2030 sobre desarrollo sostenible. La Agenda presenta 17 objetivos y 169 metas, la letra pequeña o reglamento; y aquí es dónde considero que subyace el problema. Ambas cosas conexas de carácter integrado e indivisible. En lenguaje coloquial: haz tú la ley que yo redacto el reglamento, pues esto último es lo importante. Observando los datos disponibles hasta el momento, parece que estamos lejos de conseguir algo parecido a 2015. Y me he preguntado por qué nos hemos desviado tanto cuando estamos a mitad de camino; y si lo enderezaremos o iremos a peor. La explicación que encuentro es que no es posible uniformar a todo el mundo: hay que dejar libertad y tener amplitud, sin ideologizar (la letra pequeña de la Agenda tienes aspectos ideológicos fuertes), porque entonces es probable que se consiga lo contrario de lo que se pretende, que es lo que está sucediendo. Hay resistencia porque la Agenda 2030 pretende ahormar a todos por igual: al que es bajo se le estira para que crezca; y al alto, se le cercena para que mengüe.
El documento es ampuloso y lleno de tópicos. Empalaga su idealización. Bien es cierto que si uno no se plantea metas grandes, jamás se moverá del sitio. Es más, inadvertidamente se irá hundiendo en la mediocridad, y le pasará como a los caracoles que una vez puestos en agua a calentar, con fuego muy lento, van saliendo poco a poco de su caparazón al sentirse calentitos, a gustirrinín; pero llega un punto en el que ya no pueden retroceder a su concha porque el calor les inmoviliza y se lo impide, y quedan perfectamente emergidos y cocidos.
Como señala la propia ONU grosso modo, desde hace dos años, 13 de los objetivos se han estancado (con sus respectivas metas), 2 están en retroceso, y los otros dos avanzan lentamente (el de salud, paradójicamente gracias al covid-19; y el de industria e infraestructuras, por los BRICS sobre todo). Por ejemplo, el primer objetivo es alcanzar el 0% de la tasa de pobreza en 2030 (situada actualmente en 2,15 dólares/día/habitante). En 2015 era del 10%, y en 2021 ha subido al 11,7%. De igual modo los demás parámetros están en parálisis o decaimiento. La ONU lo achaca a aspectos imprevisibles en 2015: pandemia de covid-19, guerra de Rusia contra Ucrania y aumento de los precios de la energía, principalmente; pero no hace autocrítica. Si analizamos el período 2000-2015, tenemos la guerra de Afganistán con motivo del 11-S y la de Irak a continuación; amén de una gravísima crisis financiera en 2008 que hizo entrar en recesión a la economía mundial. La impresión es que los objetivos de la Agenda no van por buen camino porque las metas no acompañan.