¿RETROCESO PARA LA EDUCACIÓN?

Publicado en Las Provincias, 1 de abril de 2021

Salvador Peiró i Gregori. Catedrático de Pedagogía

La presentación del decreto que aplica una parte de la ley Celaá acaba de presentarse. Las nuevas orientaciones ministeriales ofrecen una realidad dicotómica: lo malo y lo bueno. Se designa contraproducente -y por tanto, malo- lo memorístico y enciclopédico, que se aplica a lo existente; lo bueno, será lo que se va a decretar. ¡Bonita (emocional) forma de presentarse! La justificación no solo es inconsistente, sino que tiene un tufo hipócrita. Se habla de escuela tradicionalista como aquella que exige un ingente esfuerzo sin que el estudiante conozca el sentido de lo que efectúa. Tal enciclopedismo, nacido con la Ilustración, concebía la enseñanza como un relatar por el maestro y un memorizar por el alumno. Y, efectivamente, tal extremo es antieducativo. Pero, si somos fieles a la realidad, la reforma de 1970 ya deshizo tal entuerto, aunque en muchos casos no se supo dar cauce adecuado. Entonces el proceso educativo debió haberse personalizado, de verdad.

Ahora se quiere rizar el rizo del movimiento ilustrado. Al desenfocar la enseñanza en los contenidos, se cae en un procedimentalismo. Se denomina adquisición de competencias relacionadas con habilidades y destrezas. Así se cae en lo que Bordieu (1977) dice: un currículo desvalorizado. O dicho de otra manera, que no haya más humanistas que informáticos (sin despreciar la importante labor de estos profesionales, pero si e está al servicio de lo genuinamente humano).

Sobre los contenidos, el proyecto reglamentista afirma incluir «todos los saberes culturalmente relevantes». Y me pregunto si eso es el reconocimiento de la inclusión de todas las culturas; o simplemente se va a caer en un mero progresivismo, que es lo que parece.

Plantear un currículo progresivista -y perdón por el palabro- consiste en evitar el esfuerzo del escolar; que el alumno haga muchas actividades, esté muy enjugascado, y reconocer académicamente su competencia en virtud de un «perfil de salida». Las humanidades son sustituidas por lo útil (lo que demanda el globalismo). En definitiva, se configura un perfil curricular basado en un entretenimiento irreflexivo.

La democracia no consiste solo en votar o en encaramarse a una organización o partido. Cada ciudadano debe disponer de un sentido crítico para enjuiciar los hechos y contrastarlos con las ideas; y discernir su posición a efectos decisivos. Con un currículo de formalismos, por mucho que se pretenda interrelacionar materias, si no se ofrecen contenidos criteriales, se estaría minando la formación de ciudadanos con criterio propio, dejando el campo abierto a súbditos obedientes a la propaganda dirigida.

Recordando la experiencia de hace poco tiempo: ¿Es mejor sustituir la lectura de Platón, Miguel Hernández o el Evangelio por jugar al parchís o a un videojuego?¿Solo exigir unos valores mínimos (llamados de ¿ciudadanía?) sin armar la personalidad de los estudiantes con virtudes humanas, que les hace efectivamente libres? De esto último nos avisa Spaemann: este tipo de individuos atomizados y tecnocráticos es el sustrato para fundar una dictadura.

El principal error de este enfoque educacional (que no educativo) estriba en quedarse en lo periférico. Si reflexionamos en la estructura de la subjetividad del escolar, aprender es más que un simple actuar. Junto a las percepciones e imaginación, se almacenan los conocimientos, lo que requiere memorizar. Luego, al relacionar datos almacenados y aprendidos, uno puede enjuiciar, distinguir y discernir. Entonces, si se suprime al estudiante ese peldaño intermedio, no podría evocar para razonar, por lo que le faltaría capacidad para ser crítico. De este modo se termina poniendo a los sujetos al servicio de quienes están interesados más por dominar y controlar a las personas, en lugar de ayudarlas.

La educación de antes y de ahora es carente de un fundamento antropológico. Porque cada dimensión racional tiene su correlato afectivo y sus consecuencias en la acción libre ¿Para qué serviría una persona disponer de un buen entrenamiento en competencias, tener habilidades, etc., si a la hora de la verdad careciera de hábitos de fortaleza, constancia, etc. para llevar a cabo lo que se propone? Saber no es hacer bien, sin buena y fuerte voluntad, lo aprendido no se efectúa.

Evitar el memorismo (tradicionalista) está bien, pero sin hurtar la capacidad y ejercicio de la memorización. De esta manera se puede facilitar el desarrollo de las capacidades y practicar las competencias, amén de educar el carácter de cada escolar. Es decir, promover, con lo anterior, virtudes como la constancia, responsabilidad, esfuerzo, comprensión, capacidad crítica, respeto, etc. con todas las asignaturas que reflejen la cultura. Pues, sin esto, como dice Kant, nos alejaríamos de la civilización perdiendo el sentido común.

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