REGRESO AL ‘COLE’ Y COVID-19

REGRESO AL ‘COLE’ Y COVID-19

Publicado en Las Provincias, 12 de mayo de 2020

Entre los planes de la administración está que los alumnos regresen a sus aulas. Si no fuere en julio, lo será en septiembre. En caso de que fuera así, hay que ser prudentes, pues el contexto infeccioso no está claramente despejado. En esta reentrada, el clima emocional de las familias es un factor importante a tener en cuenta. De hecho, el no haber experimentado antes, ni los menores ni sus padres, un aislamiento, añadido que oyen hablar de un bicho raro que merodea por doquier, causa cierto alarmismo emocional. El peligro ignoto genera estrés, ansiedad… Si a esto se suma que padres e hijos interaccionan muchos días juntos e intensamente, y se apoyan más estrechamente, lo cual fortalece el lazo de dependencia en la protección materna, por este motivo tenemos que el contagio emocional mutuo es rápido, con miedos, ansiedad, irritabilidad… inseguridad, por una parte; por la otra, al separarse niños y mayores hay un hecho que huele a inquietud por el mal que pudiera suceder.

Por consiguiente, al volver a las aulas, el ambiente sanitario y emocional no está muy claro. A la suma de los dos aspectos anteriores, que cada escolar lleva en su conciencia, o en el subconsciente, hay que añadir que hay bastantes familiares temerosos de que haya contagios entre alumnos en pasillos, aulas, lugares comunes, etc., o que importen el virus a los hogares. Esta sensación se transmite, por lo que habría un imaginario emocional común en las escuelas.

Ante estas inquietudes propongo algunas posibles medidas para que el retorno al cole sea lo mejor posible. Lo primero es salvaguardar la vida de patologías, esto desde dos perspectivas: emocional y fisiológica. Lo segundo, para ‘ajustar’ el desarrollo de los estudios.

 En esta reentrada, el clima emocional de las familias es un factor importante a tener en cuenta

Sobre el emocionalismo, no sólo frenaría los aprendizajes, sino que además generaría desconfianzas y estrés. Tal clima iría en detraimiento del bien común. Pero este aspecto afectivo debería cuidarse ya desde cada familia (padre con madre y hermanos). Sobre esto, las asociaciones de padres podrían ofrecer virtualmente y de antemano algún taller para que los padres cambien el chip. También podrían remitir fichas para informar sobre la situación, promoviendo actitudes de resilencia.

Sobre la preservación de la salud, hay dos líneas. A) Una se debe aplicar sobre lo material. Se trataría de desinfectar los edificios, medios de transporte escolar, materiales y recursos didácticos; esto antes de recibir a los alumnos, y luego, de vez en cuando dentro de la semana. También cada centro docente debe disponer de materiales de protección como gel hidro-alcohólico, caretas, guantes, y demás al uso. B) La otra se centra en las personas. Tanto a estudiantes como a profesores hay que pasarles un test ‘fiable’ para proceder a detectar posibles infectados, antes del día de retorno y, si se pudiese, cada día y antes de entrar al recinto, sin permitir excepciones para el ingreso. C) Una vez efectuados los diagnósticos, los alumnos impedidos de escolarizar normalmente, deben de recibir su enseñanza adecuada y mediante el homeschooling (estudio en casa familiar), como se ha efectuado hasta hoy en muchísimos casos.

Una vez que estuviesen dentro del recinto, con sus respectivos tutores, hay que distinguir conocimientos de virtudes o actitudes. Para que no se caiga en un estado de inquietud, hay que subrayar el papel de la confianza, la perseverancia, la fortaleza, etc. Estas virtudes suplementarían lo emotivo. Pero, no se trata de hacerlo sólo con lo sentimental, ni aparte de las lecciones. Ha de integrarse, como se incluye a los escolares. Para esto, primero se ha de proceder para con los maestros; luego, una vez preformados éstos, ellos podrían fomentar la cohesión de los alumnos por aulas, para proceder a sublimar el estado de inquietud.

Como no se debe marginar a los ‘no admitidos’ por contagio (ver arriba C), hay que estructurar una red de trabajo colaborativo a fin de integrarles en la dinámica del aula, para que participasen de las actividades de sus condiscípulos. Se da por sentado que todo docente ya sabe diseñar materiales, cognitivos e integradores, para fomentar la cooperación vía internet.

Como dentro del recinto se deberían guardar distancias anti-contagio, esto hace imposible la masificación de las aulas. Tal vez los conocimientos deberían distribuirse mediante procesos mixtos. Unos presenciales y otros a distancia. Esto porque, si los estudiantes no cupiesen todos en una misma aula, como antes del estado-alarma, tal vez podría estructurarse turnos (dos o tres), según capacidades. De este modo, unos estarían en el aula y el resto efectuando homeschooling.

En cuanto al posible retraso por estas decenas de días sin control sistemático, sin entrar en las evaluaciones, convendría que cada profesor compusiera una secuencia de aprendizajes para que los alumnos estudiasen-repasasen lo esencial, estableciendo redes de nociones que asegurasen a los alumnos un aprendizaje consolidativo.

Para esto, los docentes has de tener mucha prudencia, paciencia, higiene, humildad, perseverancia, organización, etc., pues el buen fin de la educación depende más de esto que de lo material.

Salvador Peiró i Gregori

 

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