¿QUÉ EJEMPLO DAMOS?
Publicado en Las Provincias, 30 de diciembre de 2019
La educación pretende que cada niño y adolescente se convierta en persona madura. De esto se encargan, dentro de su ámbito, primero la familia (inclúyase la televisión), después la escuela, la parroquia, los amigos…
El primer paso en este proceso es la imitación de comportamientos de los mayores por los menores. De aquí que el ejemplo es un gran herramienta para promover el autocontrol necesario para llegar a la madurez. En esto no sólo se aprende la lengua materna, capacidades de movimiento, manera de convivir o relacionarnos, identidad personal (¿qué y cómo la religión, o el idioma)?, control de las emociones…
Se está tratando de que los menores no se adhieran a estupefacientes, objetivo loable. Pero hay contradicciones entre la cultura y las enseñanzas. Esto porque nos encontramos con educadores (progenitores, maestros, curas…) que aconsejan la práctica de la virtud y, en otra parte y a la vista de los enseñados, comen con gula, beben, fuman como empedernidos mostrando deleite, etcétera.
Esto significa que predicamos qué conocimientos, habilidades, actitudes, destrezas… han de asumir, pero por otra parte les enseñamos con nuestra conducta lo contrario. Y, de este modo, actuando inconscientemente (lo cual es signo de inmadurez), es un modo de enseñar a los menores a falsear, a ser hipócritas…, a la vez que perdemos autoridad (¿De dónde recibes esa autoridad?, preguntaron a Jesucristo los fariseos; todo lo hizo bien -omnia bene fecit-, contestaría la gente).
Cuando el Papa Alejandro VI instituye la cena familiar de Nochebuena no es para vivir de espaldas al significado del Belén, sino para sintetizar nuestra conducta en un momento muy profundo. Esa, o la comida de Navidad, o la cena de Nochevieja, no son actos aislados. Es hacer lo que sucede cada día, mostramos nuestra autorrealización (en la verdad, la belleza y el bien) como cada día, pero en comunidad.
Entonces, ¿qué significa fumar con deleite? No sólo atentar contra la propia salud (si hay pocos educadores y moralistas, esto es más grave), sino enseñarles el primer camino hacia la adición. Y ya se sabe, del tabaco al porro, etcétera. Con las consecuencias de disocialización, negatividad en los estudios, fracaso laboral…
Es de grave responsabilidad no vivir como se aconseja, o se debería aconsejar. Si no hay coherencia en el decir y en el hacer, el ejemplo que los menores presuponen, causa un derrumbe de la autoridad moral que ha tenido y espera de ese mayor, su educador (en la familia, en la escuela, en la parroquia -que no sólo es el espacio dentro de las cuatro paredes).
Sin ir a lo más grave, pensando sólo en la vida ordinaria, la seguridad de la persona menor, su optimismo o pesimismo, el tono vital… dependen de lo observado y asimilado por imitación. De tal forma es esto que aprender por imitación supera los consejos, los sermones, los avisos, las lecciones, etcétera.
Al fallar la intención educativa del ejemplo (esto es, imitación provocada), vienen las quejas (iglesias más vacías), los gritos y discusiones familiares, interrupciones en las explicaciones y conflicto escolar, etcétera. Asimismo, se ponen límites férreos repentinos, que chocan con la realidad, la cual no pueden ni así controlar; comparaciones con otro amigos, pero no se comparan ellos con sus educadores, etcétera. Nos olvidamos que «a Dios rogando, pero con el mazo dando (hacer bien)».
Con lo anterior no quiero expresar que hay que obsesionarse por ser los influencers perfectos. Más bien se trata de ser lo más naturales (el fumar es artificial y vicio) con calidad. Se trata de no sólo darse cuenta de que nos imitan, sino de ser buen ejemplo. Hay que establecer una proyección de uno mismo de calidad y en todos los detalles, aunque te parezcan insignificantes, de cada día, en todo momento. Ven a celebrar conmigo, pues has sido fiel en lo poco, nos dice Jesucristo. Y la fiesta no sólo es para el final, si no hay vicios sucede ya para sus allegados.
SALVADOR PEIRÓ I GREGORI