MATAR MOSCAS CON EL RABO

Publicado en Levante, 17 de septiembre de 2021 

Pedro López

Cuando era chico, por eso de tener varios hermanos, a veces, surgían diferencias y, de vez en cuando, alguna que otra disputa de chiquillos. Cosa completamente normal. Recuerdo que entonces, cuando uno chinchaba al otro, con todo su cariño de hermano y su malicia de niño, mi madre nos decía: «Cuando el diablo no tiene qué hacer, con el rabo mata moscas». Con esa frase trataba de inculcarnos que había que aprovechar el tiempo y no derrocharlo en cosas inútiles, pensando en cómo molestar a los demás. La condición humana es como es, y si no se detiene a tiempo, con esfuerzo y sacrificio, lo que se nos ocurre, en los momentos de vagancia, son travesuras: cuando de niño, pasa; pero ya de mayor, esas trastadas hacen daño y dificultan enormemente la convivencia que se vuelve tóxica.

Ahora leo en Levante-EMV (10 de septiembre de 2021) que en la ESO pasarán de curso con asignaturas suspendidas y sin exámenes de recuperación. Probablemente sean mayoría de chicos. Conviene recordar que entre ellos al que destaca se le acosa (‘bullying’); y para aguantar e ir contracorriente hay que disponer de una personalidad madura, que a esas edades todavía no se tiene.

Esta situación en chicos (sobre todo), pero también en chicas, originará que la disciplina se relaje más todavía, sabiendo como saben que da igual: van a pasar de curso, sí o sí. No hay que olvidar que esas edades -de 12 a 16- son las ‘del pavo’: con el consiguiente revoltijo mental y hormonal. ¿Qué hace un chico de 14-16 años si no quiere estudiar y se aburre poderosamente en clase? Hay varias opciones: pelárselas, o bien matar moscas con el rabo. Es decir, molestar a los demás, a los profesores que se ven impotentes y que, si no tienen especiales habilidades, quedan desbordados por la indisciplina, que es sumamente contagiosa a esas edades.

Me da la impresión de que, una vez más, estas disposiciones salen de los despachos. Posiblemente urgidos por el fracaso escolar (enorme en nuestro país) y la recomendación de Europa para que España lo disminuya. Pero no se puede hacer a costa de un aprobado general: si se niega el problema, ya no lo hay. En cambio, se olvidan de la experiencia viva que disponen los que están día a día bregando con estos muchachos y que asisten atónitos al lamentable espectáculo de una reglamentación probablemente perniciosa: el resultado posiblemente será contrario al deseado. Ir por lana y volver trasquilado. Y todo por maquillar las cifras.

¿Qué les estamos transmitiendo a nuestros adolescentes? ¿Cuál es el mensaje? Pues que da igual esforzarse que no. Si ya estamos mal, vamos a estar peor. Y los padres, ¿qué pueden hacer? No sé, se me antoja una cuestión difícil; sobre todo si ambos trabajan, cosa frecuente. Pero básicamente de ellos va a depender; pues el medioambiente en el que se desenvuelven no les va ayudar, sino que será un obstáculo más a sortear. Total, que visto lo visto, que cada cual haga lo que pueda y que Dios reparta suerte.

 

 

 

 

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