Publicado en Las Provincias, 2 de enero de 2022
Salvador Peyró
Hace unos días leía en la prensa un reportaje sobre la situación cubana. Se efectuó mediante la reflexión de encarcelados políticos, insumisos a vestir como si de presos comunes se tratasen. Esto descarriló mi imaginación a mis estancias en URSS y Bulgaria (1975), Venezuela (varias veces con Chávez y Maduro) y, por documentales sobre otros estados dela siniestra y de la diestra totalitarias. Tales situaciones provocaron una alerta en mi conciencia sobre la posible derivación que el actual estado de las cosas puede provocar en España. El alcance de la pedrea llegaría más allá de nuestros límites. Y no me refiero sólo a Iberoamérica, sino al resto de la UE.
Alierta, de Telefónica, reconocía en 2016 ante 400 líderes de todo el mundo, que la educación es la clave para el progreso de la sociedad y la reducción la desigualdad. Los investigadores en filosofía de la educación entienden que la educación abarca todas las dimensiones de la persona y todos los ámbitos de la cultura, sin excluirlos. Lo que une ambos campos es la conciencia del hombre –varón y mujer–, según la verdad real, la belleza y el bien.
Un aspecto de la bondad de la educación consiste en el sentido moral de cada quien. Su deterioro consiste en asumir actitudes negativas para razonar críticamente, debido a estar incapacitados para discernir.
Pues bien, si analizamos los datos sobre el rendimiento escolar de los alumnos, así como los datos relativos al fracaso escolar en España, deberíamos quedar muy preocupados. La conciencia queda bloqueada si no tiene la formación mínima para poder pensar reflexivamente. Esto no sólo sucede con lo que pasa en las escuelas, también ocurre en los adultos, especialmente con los programas masivos (o masificantes) de TV. Por ello, se trata de un sunami a gran escala que está ahogando a generaciones de diversas edades. Es por lo cual se está produciendo una aculturación de la gente.
El mecanismo consiste en que, por una parte (asignaturas, programas, conferencias…), se cambia el nombre de la realidad de las cosas; por otra se cambia la historia; así mismo, mediante juegos de palabras se desvirtúan los derechos humanos y los valores, por lo cual los individuos se hallan desprovistos de referentes sociales, comunitarios, eclesiales…; los personajes que han constituido la nación son desfigurados, por lo que bastantes tienden a despreciarles y demasiados a odiarles. A la par, se impone una figura ideal fofa, soberbia, ego-individualista…, que si se reflexiona es un espejismo. Ante esto, el ciudadano (estudiante o adulto) se desconcierta y va por la “vía de en medio” (a ninguna parte) dopándose.
Entiendo la situación nuestra actual con una tendencia hacia esa situación. La razón de esto reside en que tanta dictadura son lo mencionado arriba, como la del “dejar-hacer” del individualismo egoísta.
Podemos decir que los hechos de la educación escolar y la televisiva han ido más allá del umbral crítico posible. Si no, ante hechos vitales: ¿por qué la gente no se rebela?, ¿es por el pan y circo, como en Venezuela (una paga de miseria para los allegados y el látigo para los críticos chavistas?) ¿Y aquende…? ¿Por qué?
Interpreto que hoy sucede una enseñanza basada en la desvalorización, en donde el entretenimiento, lo tecnológico, incluso el juego predominen sobre las asignaturas humanizadoras. Pensemos en la alternativa de jugar al parchís (metáfora y realidad) en vez de la enseñanza de la Religión, lecturas de Platón, Miguel Hernández o el Quijote…
La gente así deformada sufre tal daño en su humanidad, que tiende a ser servil por poder comer, escalar puestos o debido a su miedo por la represión. También, con tan poco bagaje educativo, sienten miedo al cambio respecto a lo acostumbrado (estar domados para tal acostumbramiento), en algunos estados se interpreta democracia como inseguridad y quiebra de la cultura. Así, sucede una crisis moral porque no tienen referentes ético-religiosos para auto-percibirse,por lo tanto su auto-concepto es inexistente, llegando a desesperar, alienándose ellos mismos. De esta manera la autoestima está servida (mire usted a su alrededor y compruebe, o vaya a uno de esos estados). De tal manera que el que suspende entra en el fatalismo, lo mismo que el ciudadano “en paro”, los cuales no se ilusionan por mejorarse, ni por cambiar la situación. Como cantaba uno por ahí: que me den la paguita mínima y… Sin mirar allende que ha sucedido con esa paguita y la miseria que engendró.
De hecho, el lavado de cerebro, que está aplicándose paulatinamente, es un quebranto en lo esencial de la persona humana. Es el programa previsto por los totalitarismos para dominar las conciencias. Hablando de libertad de la conciencia, se genera una especie de esquizofrenia en cada sujeto y, a la larga, se bloquea incluso a quien mejor supone estar en posesión de la verdad, sin entender que la propia socialización y enculturación se han modificado.
Para rectificar, que es de sabios –padres, primero; gobernantes, después–, habría que recuperar en la enseñanza y el TV la reflexividad (racional y causal), pues las ciencias y las técnicas dependen de ello. Pero, sobre todo habría que volver al sentido común –de la persona y de la comunidad–, sin confundir ambos campos. Esto conlleva el situar lo político y lo científico-tecnológico al servicio del bien común, que reside en cada comunidad, en donde la persona es lo principal, por encima de lo económico, lo político, las estructuras sociales, les elecciones, incluso sobre el programa religioso.
Si no se actuase en función –en favor– de la persona, se entra en la descomposición. Los totalitarismos se han aprovechado de ello y han llevado la miseria en donde han imperado, a cambio de imperar el populista de turno.