INTERSEXUALIDAD NO ES DISFORIA DE GÉNERO: LA LEY TRANS

 

Publicado en Las Provincias, 7 de diciembre de 2022

Salvador Peiró i Gregòri. Grupo de Estudios de Actualidad

 

 

El mismo día que se celebra la intersexualidad oí una entrevista a una persona afectada de esa situación. Tal hecho se aplica a quienes nacen con variaciones en su anatomía sexual: genitales, gónadas (aparición de testículos en vez de ovarios, y viceversa), variaciones hormonales… Por ejemplo, nacer con pene y tener una composición XXY. Esto no significa ser hermafrodita ni homosexual; uno puede sufrir la intersexualidad y no caracterizarse por ser homosexual.

Por otro lado, naciendo uno completamente varón, con genes y partes orgánicas varoniles, pudiera “sentirse” mujer, y viceversa. A eso lo llaman “disforia sexual”; estos sufren una controversia emocional respecto al modo de verse como “imagen sexual”, experimentando incongruencia entre su sexo de nacimiento y su deseo de mostrarse en una sexualidad diferente.

Por consiguiente, quienes entrevistaron a una persona intersexual no deberían pregonar excusas para apoyar la ley trans. La disforia si podría contemplarse como una especie de inclinación afectiva homosexual. Pero, eso no es real, pues al respecto contradice lo que tales personas son en realidad, pues se ha concluido científicamente que el gen-homosexual no existe (Science, 2019; Lancet, 2019). Hay estudios que refutan un determinismo genético pro-transexualidad (Aznar, 2016) y que de haber una causa genética (como el daltonismo, la hemofilia, el color del globo ocular…), en los cuales nadie objetaría la orientación sexual, pero en los disfóricos la reversibilidad sería muy difícil. Contrastando con lo anterior, las investigaciones neurobiológicas explican que las estructuras cerebrales de los varones difieren de las de las mujeres (Burgos, 2014). Eso lo explica porque los cromosomas antedichos hacen del sexo una disposición innata: no tenemos género, somos sexuados (López Oliva, 2019), el género es gramatical. También se explica en el citado informe que los principales condicionantes para conducir a la homosexualidad son el ambiente, las experiencias tempranas y la educación recibida. Es decir, al repetirse actos homosexuales, al igual que los hábitos o adiciones, se graban en el sistema nervioso, tales hechos “agradables” se graban en el cerebro, facilitando conductas tendentes a lo homosexual. Y, como esos “agrados” son fáciles de lograr, tienden a repetirse y uno se habitúa a ello, dejando su huella nerviosa. Apoyados en este fácil aprendizaje, en nuestro contexto, a edades tempranas, y sobre todo en la pubertad, se están promoviendo lecciones y experiencias según un modelo de la agenda gender. ¿Se trata de profundizar en motivaciones y extender la disforia de género entre alumnos? Este fenómeno se auspicia desde agencias transnacionales, promoviendo situaciones de aprendizaje que producen hábitos. Se han constatado casos de difusión de las dudas en los alumnos de tipo análogo en Australia, Reino Unido de la GB (The Telegraph, 8/07/2017), la VigiGender francesa estudia la expansión solapada y regular del modelo gender en las escuelas (Le Point, 15/09/2018). Aquí, desde 2019 a 2022 y en nuestras escuelas, las acciones de este tipo se han acentuado; para niños/as de 6 a 12 años se desarrollan acciones para sentir las voces de dentro de sí, si soy chico o chica…; para los de 12 a 16 años: el placer erótico, diversidad de gustos y placeres. Etc. Así, las peticiones para cambiar quirúrgicamente de sexo se han multiplicado por 4.000. Al respecto, Arango, catedrático (Complutense y Maryland) declara que la multiplicación de adolescentes que se sienten trans, sin serlo, se debe a la ideologización mediante lecciones, conferencias y mensajes de TV. La crisis surge cuando en la pubertad, época de cierta confusión, la persona sufre ciertas dudas y recibe lecciones –no basadas en la evidencia– que le inclinan a acentuar sus emociones; y entonces es fácil caer en la tentación de pedir operaciones anatómico-bioquímicas para modificarse hormonal y quirúrgicamente. Una investigación sobre dos millones de daneses concluye que el homosexual no nace, sino que se hace (Frisch & Hviid, 2006). Por ello la ley en discusión genera alarma, pues no cuenta con la asistencia de los profesionales de la salud mental.

Tanto en salud como en educación, legal y socialmente, se ha construido una barrera que impide rectificar a muchos pacientes, por lo que en muchos casos la corrección no es una opción, dice Gregory, homosexual (Luque, 2017). Los programas transgénero no hacen ningún favor a los afectados (McHugh, 2018). Vilain advierte que estamos colocando una carga excesiva en tales menores, siendo incapaces de soportarla, y que comporta graves consecuencias (Luque, 2017). Podría no captarse lo normal en la pubertad- adolescencia: dudar sobre la identidad sexual. Pero, en tales momentos resulta harto difícil aconsejar a los menores. Sepamos que entre quienes sufrieron tal disforia sexual, del 75% al 95 % han llegado a ser jóvenes satisfechos de seguir siendo varones –y a la inversa-, sin necesidad de ser hormonados, mutilados, etc., dejando de sentir las sensaciones disfóricas (Vilain, Jefe de la División de Genética Médica, ULA). Por eso asegura la OMS que es una barbaridad y que los más vulnerables –los púberes– van a sufrir mucho, están inermes ante la ideología de género.

 

Esta ley trans, que promueve el gobierno, ata las manos a los padres, ya que los disfóricos podrían pedir las operaciones sin que sus padres lo sepan o lo aprueben. Ante tal panorama, confíenos en la profesionalidad y sentido común de los docentes, incluso para que no secunden a conferenciantes y “voluntarios”, que tratan de influir sobre los alumnos.

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