El CORONAVIRUS CHINO
Publicado en Levante, 31 de enero de 2020
En 2003 apareció el SARS (síndrome respiratorio agudo), un coronavirus con una incidencia mortal del 18%; y años después (en 2012), el MERS (síndrome respiratorio de oriente medio), otro coronavirus, con una tasa de mortandad cercana al 50%. Sin embargo, en estos dos casos, aún cuando la mortalidad es mucho más elevada que la del actual brote de Wuhan, solo se transmiten de ave a humano (para el SARS) y de camello a humano (para el MERS); pero en ninguno de los dos casos de persona a persona. Además, hay que tener un estrecho contacto con los animales correspondientes, por lo que la tasa de infección es muy baja.
El nuevo coronavirus surgido en Wuhan (denominado 2019-nCOV: nuevo coronavirus de 2019) tiene la novedad de que es capaz de infectar de persona a persona: de ahí la cuarentena decretada. Aunque, por otra parte, y según se desprende de los datos disponibles, el índice de mortalidad es pequeño, lo que es una buena noticia; pero aún es pronto para afirmarlo con certeza. Lógicamente, se especula con que su origen, como los anteriores, sea de origen animal, aunque aún no ha sido demostrado.
Tenemos a la vista una tormenta que no sé si será perfecta o simplemente una ráfaga. Esperemos que las autoridades chinas vayan proporcionando información verdadera, sin ocultamientos, en tiempo real, para que se puedan tomar medidas preventivas en todo el planeta.
Los coronavirus tienen la particularidad de disponer de un genoma ARN (en lugar de ADN), lo que les hace ser muy mutagénicos: continuamente está variando su genoma por lo que es difícil aplicar una vacuna (como pasa con el virus de la hepatitis C, el resfriado común, etc.). Confiemos en que en esta ocasión tampoco se trate del big-one; y ojalá que éste nunca se produzca. No se trata de ser alarmistas, pero conviene estar preparados ateniéndonos al principio de cautela.