DE REALISTAS, CÍNICOS Y SINCEROS

DE REALISTAS, CÍNICOS Y SINCEROS

Publicado en Las Provincias, 25 de marzo de 2020

Dicen de 28 centros abortistas condenados, beneficiados de engañar a mujeres embarazadas. Pero esconder la verdad también sucede en otro tipo de esferas: política, culturales, etc.

¿Agarrarse al poder a costa de la sinceridad? El liderazgo es necesario en democracia, pero falsear sólo presentando al jefe lo que guste oír, trae un alejamiento de la sociedad, cayendo en la demagogia. Se puede engañar continuamente a unos pocos, a todos en un periodo, pero no a todos en todo el tiempo (Lincoln).

Personajillos cotidianos declaran, pero, si nos detenemos un tanto, comprobaremos que no concuerdan con la realidad. ¿Mienten? Eso depende de su intencionalidad, puesto que tanto la sinceridad como la mentira están en función del sentido del decir. Practicar la veracidad de los acontecimientos, u ocultarla no es igual que caer en el error.

Cuando tuercen la verdad sería para lograr cierto beneficio particular, que no es el bien común. Los totalitarismos han llegado a ser así por el triunfo de su empeño en eliminar la verdad de la cultura mediática y de los ciudadanos. Así desaparece en la mente la diferencia entre lo real y lo imaginario, con lo cual se garantiza el éxito de la ideología-régimen, que emplea la propaganda eficazmente.

En tendencias totalitarias a los individuos se les instrumentaliza de manera planeada, sembrando la sospecha y fomentando la delación. Así, se va ensanchando cada vez más la hostilidad a la verdad de los hechos, tergiversando la realidad para que la masa obedezca al ‘líder’ (¡hay medios de comunicación aplicados a eso!).

La verdad les estorba, por consiguiente se pone límites condicionando la toma de decisiones. Incluso tratarán de eliminar la discusión, propia de clases de Religión, de Filosofía… que tiende a la verdad («la verdad os hace libres»). Controlan para que no haya ni duda, pues la duda hace discernir.

¿Por qué se tiene tan fácil actuar así? La ‘post-verdad’ distorsiona una realidad, manipulando creencias y emociones, con el fin de influir en la opinión pública y social, preñada de confusión. Entonces, los demagogos reinan como magos y dominadores. Consecuentemente, ante una situación que implica valores controvertidos, la mayoría de la población enmudece.

Si el discurso para alcanzar el poder, para lograr una colocación laboral, para obtener el grado académico, para… no se adecua a eso que está ahí y que puede verse, tocarse, medirse… entonces se está mintiendo. Y ante tales comportamientos, sean del nivel institucional que fuesen, debe haber una censura. La razón profunda es que, si la expresión objetiva es menos relevante (impactante, efectiva) que la ideología en sí misma, tal confusión emocionaliza la actividad intelectual. Entonces, la personalidad se complica y actúa ofreciendo equivocadas soluciones a los problemas, causando un daño a corto plazo. Consiguientemente, quienes sufren son los afectados por el dominio de ese sujeto (atado a sus prejuicios y deseos), con el retroceso en el nivel de civilización logrado cuando tal consiguió influir en ‘la verdad’ y los medios que la tergiversan.

La resultante es una traición a Occidente, por generar una pereza mental por omisión; por acción: ya que uno se habitúa a la impotencia, a que el embustero tenga éxito. Un ejemplo fácil de ver lo tenemos en los discursos separatistas, que relacionan constitución, democracia, nacionalismo y globalización. Ante este tetralema, ¡un sujeto o un partido político no pueden efectuarlo todo a la vez!, ¡ha de escoger!, ni predicar en su ideario unos valores y hacer todo lo contrario…

La práctica de tales quehaceres paratotalitarios conlleva dos niveles de actuaciones: A) hacer como compartir sentimientos con los demás, promoviendo que la gente vea tales emociones entre sus iguales (a mal de muchos, consuelo de tontos), y B) impedir la comunicación de los de abajo hacia los gobernantes. Así por una democracia deficiente para irla apagando paulatinamente.

En vez de emplear la confusa palabra posverdad, debería decir claramente que operan en cinismo, porque sus sinónimos delatan a tales personajes: descarado, desvergonzado, insolente, caradura, falso, hipócrita…

Salvador Peiró i Gregori

 

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