LA ESCUELA QUE HUYE
Publicado en Las Provincias, 14 de julio de 2020
En las iniciativas legislativas, como la gubernamental actual sobre educación, la cuestión estriba en actuar con realismo o, por el contrario, ser arrastrado por ideologías, quimeras, deseos… Cuando se pretende elaborar una ley general de educación, lo normal es estudiar la realidad, detectar sus problemas, otear posibles soluciones, y adoptar la que mejor resuelva las dificultades y, luego, ensayarlas previamente en unas cuantas escuelas seleccionadas para representar de la mejor medida a las restantes, no deberían ser muchas; y, si la experiencia fuese plausible, después de discernir sobre pros y contras, extenderla al resto de instituciones que aceptasen.
Pero, discernir no es conformarse con un «corta y pega» de lo encontrado por doquier. Recuerdo que bastantes países, en 1973, denunciaron la práctica del export/import de programas escolares, como si tales estados no tuvieran su historia peculiar, cultura propia, religiosidad e idiosincrasia. Los seminarios sobre innovación educativa demostraron que tales procederes eran un fracaso.
Por antropología cultural, y por historia de las corrientes de las civilizaciones, sabemos que las posibles decisiones han de tener en cuenta las situaciones análogas en la línea temporal de una nación. Esta sabiduría señala que, cuando se toman planteamientos extraños a un país, resultan no sólo un fiasco sino que acarrean otros males incluso peores de los que se trataban de aliviar. Por ejemplo, en educación baja la calidad y cantidad de logros, por lo que es peor para el empleo y la economía, ya que la educación es factor representativo de un 75% del PIB (Nothhaus, Samuelson…).
El error común a los ‘diseñadores’ de modelos, semejantes al que se pretende imponer, es reducir el intelecto a una mera razón-lógica. Proceder así lleva a actuar con un sectario racionalismo, excluyente de todo aquello que no sea ciencia empírica al servicio de la tecnificación de las situaciones. Así, parece que los alumnos son tomados como ratas de experimentación, sin conciencia, dignidad ni padres que aprueben esa ideología educativa. Y precisamente es lo que interpreto en el proyecto legal en trámites. Un paso más en esa dirección: despojar a los jóvenes de su autonomía para que sean unos individuos colectivizados, situados en un devenir automatizado de los tiempos; y esto es sencillamente hurtar el protagonismo que debe tener cada alumno y/o su familia.
A mi entender, el modelo que se desea imponer no cumple con ninguna de las condiciones -ni diacrónica (histórica) ni sincrónica (geográfica)- para tener un fundamento sólido en que apoyarse y, sobre ello, elevar los planes de estudio, perfeccionamiento de docentes, modo de evaluar, etc. La historia desvela (Esparta, URSS, China, Cuba, Venezuela…) que si se extirpa a las familias de la educación, se destruye a los escolares y, por tanto, la cultura y la economía. Entonces, si la historia de la educación señala modelos fallidos, ¿por qué repetirlos?
Además, lo peor de este modelo es que viene ex-nihilo. Podría ser fruto de una imaginación calenturienta. E incluso, podría estar ‘dictado’ por alguna agencia metanacional, con cantidad de dinero como para «convencer ciertas conciencias», a fin de seguir en esa línea, pues les importa más el dinero que las personas. Así se establecería cierta ingeniería social mediante la educación.
Los efectos del modelo en las aulas consistiría en despojar la inteligencia de los alumnos, suprimiendo su función imaginativa, crítica, creativa…, a la vez que bloquear los sentimientos de humanidad y compasión que tienen los escolares. Pensemos en el dardo pensado para lograr estos fines, que es la reeducación sexual. Esto, confundiendo el amor por el mero placer, que ve en el otro/otra una cosa que satisface su egoísmo, introduciendo subrepticiamente en la mente el neo-humanismo, pero que no es tal, sino maquinismo y uniformismo. Situación que criticó Huxley (‘Un mundo feliz’).
Terminemos formulándonos una pregunta, para mí con respuesta, para los padres, para los políticos de verdad la dejo abierta: ¿Se trata de anular a la persona y favorecer que haya individuos-masa? Si fuere así, podemos afirmar que esta escuela que se propone significa una huida de la cultura y de la civilización occidental. ¿Hacia dónde?, ¿hacia la época de amos y esclavos? Sin lugar a dudas, hacia el declive.
SALVADOR PEIRÓ I GREGÒRI | CATEDRÁTICO DE UNIVERSIDAD