Salvador Peiró i Gregori
Publicado en Las Provincias, 22 de octubre de 2024
Hace más de una década, aunque reconocido más concretamente en los últimos cuatro años, que a los alumnos les resulta más y más difícil concentrarse. Pero ¿por qué se distraen? Los escolares no prestan atención a las explicaciones docentes, a la lectura, se desconcentran al realizar ejercicios… Ante esto se propone fomentar el esfuerzo de los estudiantes mediante su esfuerzo; pero, con un “querer-querer” no basta, ya que carecen de madurez suficiente.
Estudiar sucede como lo que normalmente sucede en la vida. Si un asunto no interesa, no se lo atiende; si la clase no se plantea para atraer ese interés, el intelecto de los estudiantes se diluye porque hay una voluntad tan débil que no tiene la energía suficiente para esforzarse y atender.
Por otra parte, querer aprender ¿sólo es debido a la voluntad? En 2016, sobre la educación relacionada con la voluntad, señala que, entre los factores que parecen incidir en el declive de la educación de la voluntad, se encuentran los siguientes: un extendido permisivismo educativo (primero de los padres y luego de los docentes); el fomento de una cultura emotiva, que privilegia el sentimiento por encima de la razón y de la voluntad (que ocasiona el “no tengo ganas de leer”, “las mate no me agradan”…), así como el aprobar a todos, que ocasiona facilismo (esto acarrea hastío, aburrimiento… dejadez) y la mediocridad (que se nota al ver los ejercicios, deberes, a medio hacer, o respondiendo mediante copiado de frases del libro, sin reflexión); así se causa una voluntad más débil todavía.
Pero, la atención es la concentración de la conciencia sobre un objeto determinado del pensamiento (la explicación, un problema, una lectura, ejercicios), lo cual se relaciona con el interés.
Interés es lo que atrae desde dentro de cada uno para asir ese objeto (lección, etc.). Así se produce una tensión afectiva y cognoscitiva de la conciencia, en lo cual moviliza las fuerzas en una dirección. Para esto hay que contar con lo que cada alumno tiene dentro de su subjetividad (sentimientos, complejos, hábitos, lenguaje, costumbres…). Por esto, a cada escolar le interesará aquello que está relacionado con lo que mueve desde dentro de sí hacia ese objeto (libro, problemas…) o sujeto (padre, madre, maestro… amigos). Por consiguiente, no habría que confundirlo con el atractivo o el gusto de presentar la explicación, aunque también es importante mejorar la presentación sin abandonar el contenido de la enseñanza. Lo que estorba es emplear medios nocivos para la mente, el lenguaje y la socialidad de los alumnos (como ya publicamos en Educadores, 1996), al centrar la base de la información en tabletas o el móvil, que es superficial y no contempla el esforzarse.
Pero, prestar atención está condicionado, no por castigos ni premios, sino por lo que el sujeto posee en su subjetividad previamente a la lección. Los aprendizajes previos, los errores en lenguaje, matemáticas, ética…, las lagunas de aprendizajes previos, los disgustos y las experiencias positivas están acumuladas y ordenadas en su conciencia-vital (subconsciente). Es lo que uno sabe por haberlo adquirido antes o se le ha contagiado de la vida (hábitos, temores, gustos, cultura hogareña, cursos anteriores…); así la información se procesa semánticamente incluso de forma no consciente.
Contar con la conciencia del alumno es necesario para llamar su atención, pues ésta está directamente implicada en su experiencia consciente y, por esto, cierto tipo de operaciones cognitivas como, por ejemplo, los procesos inhibitorios, no pueden realizarse si la información subconsciente (en la conciencia vital) no se hace consciente. Esto es fundamental para que haya atención, ya que esto, como conducta voluntaria e intencional, sólo puede tener lugar si la información se procesa sin que bloqueen la manera consciente; de este modo el estudiante puede acceder a información no consciente -información almacenada a largo plazo, léxico, rutinas de comportamiento- (2004).
Esto repercute en la docencia, pues si un alumno va a atender a una explicación, si el docente no averigua lo necesario para entender el nuevo tema, del subconsciente, que debe ser actualizado o corregido, entonces el discípulo no atenderá, porque sencillamente no sabría relacionar lo nuevo con lo que tiene en su interior. Entonces, la clase no va con él.
También hay un factor desconcertante: enseñar sólo contenidos no-ético-afectivos, olvidando consecuencias y relaciones morales y alejados de las emociones y sentimientos. Actuar así es porque el educador no sabe que la afectividad es la energética del comportamiento; que, sin esta parte del yo, la vida se hace anodina, se torna desinteresada (en sentido positivo, no en el egocéntrico).
Esto condiciona sobre qué atender, pues a uno le interesa más lo que le es más familiar. Por ejemplo, para atender a un tema de Historia, habría que tratar de que antes sepan Geografía física en mapas, geografía humana, etc. de esa zona… Para aplicarse a los problemas, se requiere dominar lectura comprensiva, si no, no entenderán la formulación del problema…
Es más, como el aprendizaje en base a “para mañana el tema siguiente” no enseña toda la experiencia vital que ese tema significa, el profesor debería saber hacer revivir el sentido originario de esos conceptos, nociones, inventos, normas, etc. Por consiguiente, para educar la atención implica haber adquirido esas percepciones y preconcepciones que preparan al espíritu para nuevas experiencias; esto denota que se relaciona con la percepción, que despierta la curiosidad, generando interés por la explicación y atenderán; luego, se esforzarán por asimilar, comprender, memorizar… y concienciarse.