Publicado en Levante, 25 de febrero de 2022
Pedro López
Hace años comenzamos con el derrumbamiento del sistema educativo. No lo cambiamos por otro mejor, sino que simplemente lo dimos por amortizado, haciendo exactamente lo contrario de lo que hasta ese momento, y durante generaciones, se había hecho. Que para eso nosotros éramos los modernos.
Memorizar es algo frustrante e inservible para los alumnos; y dijimos sí. Todos iguales en el aula, nada de señor profesor, sino colegas; y dijimos sí. No había que destacar con notas, para que no sobresalieran unos de otros: es mejor indicar que progresa adecuadamente; y dijimos sí. No hay que malograr los anhelos de los alumnos, ni corregir los comportamientos inadecuados: no somos quiénes para decir lo que está bien o mal; y dijimos sí. El niño tiene que desarrollarse por sí mismo sin que los adultos intervengan ni por supuesto llevarles la contraria, pues no hay que hacerles sufrir; y dijimos sí. Hay que ser participativos y que los alumnos hagan collage, que así aprenden mejor; y dijimos sí. No han de tener “complejos de culpabilidad” ni que se sientan diferentes; y dijimos sí. Basta de enseñarles antiguallas de tipo religioso que coartan su libertad: han de hacer lo que quieran; y dijimos sí. Han de descubrir por sí mismos lo relacionado con su cuerpo sin cortapisas ni moralinas inaceptables; y dijimos sí. También han de experimentar jugando con el cuerpo del otro, independientemente de su sexo, para saber cómo es; y dijimos sí. Debían disfrutar, que la vida solo se vive una vez, y que para ello podían hacer cualquier experimento corporal y si hay disforia eliminarla; y dijimos sí. Les hemos enseñado a hacer cosas por las que no arrepentirse y si, por un casual, se ha sobrepasado eliminar ocultamente los efectos colaterales indeseados; y dijimos sí. Hay que enseñarles cómo deleitarse y facilitarles el material correspondiente adecuadamente ilustrado con todo lujo de detalles; y dijimos sí. La filosofía es una inutilidad que no sirve para nada, cuando han de aprender las nuevas tecnologías; y dijimos sí. La juventud es el nuevo modelo al que todos, independientemente de la edad, debemos conformarnos pues es plenitud; y dijimos sí. A los padres no hay que hacerles mucho caso que a veces son un poco anticuados y lerdos con los smartphones; y dijimos sí. No pasa nada por pasar de curso sin saber nada; y dijimos sí.
Y ahora, después de esta simple, y no exhaustiva enumeración, cada uno ha de ver –si no es ciego- las consecuencias, pues se cosecha lo que se siembra: los padres se ven desbordados por todos los frentes; los profesores profundamente desalentados en aulas ingobernables y con adolescentes contestones que hacen la vida imposible; las consultas de los psicólogos y pedagogos abarrotadas; etc.
Mi impresión: hemos perdido una generación, que habrá que recuperar; pero disponemos de tiempo y de personas, dispuestas y preparadas, para realizar un “come-back, un reseteo en toda regla. Conozco a muchos y muy buenos profesionales de la educación, tanto en la concertada como en la pública, con sabiduría, gran capacidad de trabajo y tenacidad. Pero hay que comenzar ya: no hay tiempo que perder. Y una última cosa: aquí no valen juegos demagógicos o ideológicos. Nos jugamos mucho.